sábado, 27 de enero de 2018

El rey del folklore Segoviano Felipe Urrutia



Don Felipe Urrutia es la piedra angular de la recopilación musical norteña. A cien años de su nacimiento su legado vive entre sus hijos y nietos y los artistas populares. Es forjador de nuestra identidad cultural musical, es vigor del pasado que se nutre con el presente. Don Felipe Urrutia es el rey del folklore segoviano. Muere a las 10:45 de la noche del 26 de diciembre de 2014, casi por cumplir 97 años.
Este recio varón de Estelí había nacido en la comunidad de la Tunosa, un lugar pobre sin luz eléctrica, con caminos de macadán y un río cercano, distante aproximadamente a una legua de la ciudad. Su padre fue Daniel Urrutia, un agricultor y comerciante de mulas originario de Santa Rosa del peñón, León y su progenitora Doña Modesta Delgadillo, dedicada al hogar y a la crianza de sus hijos. En medio del Amor al trabajo al campo nació este niño qué tendría el nombre de Felipe de Jesús Urrutia Delgadillo un 5 de febrero de 1918.
Desde que abrió sus ojos al mundo Don Felipe miró el paisaje de su lugar y oyó el trinar de los pájaros y el concierto de guitarras serenateras que fueron marcando su humilde vida campesina.
Desde pequeño fue precoz en el trabajo del campo aprendiendo todas las labores para hacer producir la tierra. Pues a los 8 años empezó a ayudar a su padre en las huertas que cultivaba la familia, a los 12 años sin tener ninguna instrucción artística ni maestro, empezó a ejecutar la guitarra y empezó a aprenderse de memoria las piezas del folclor segoviano. Las melodías se las oía a sus mayores, se las aprendía de memoria y luego se iba al fondo del caserón a ejecutarlas con su guitarra en solitario.
Recorrió muchas comunidades, en ese afán pero también anduvo por caminos encontrándose con viejos guitarreros que le enseñaron piezas que luego Don Felipe perpetuó en su vida de músico recopilador, al bautizar las piezas con el nombre de la fuente o portador de la mismas. Así nacieron la mazurca la Pedro Amador, la polka de Jacinto, la Pedro Beto, compadre macedonio, la tío layo, la Guilibaldo Sosa y otras.
El genio musical de don Felipe le permitió valorar el amor que encerraba cada melodía que acumulaba en su retentiva cada día y así fue salvando del olvido la obra de los artistas campesinos que por prudencia  escondían sus creaciones en autores anónimos y siempre le manifestaban al recopilador que esas piezas las habían oído por las cañadas, por los valles y caminos. La suerte estaba de parte de ellos porque al oírlas don Felipe las sacaba del anonimato y al interpretarla su popularidad era inmensa como es el caso de la Polka El grito del bolo, que la recopiló en 1931 en San Nicolás de Achuapa a través de Polo Romero y éste a su vez por medio de Adán Hernández Rocha, su autor original.
Don Felipe se va convirtiendo en el mayor recopilador del folclor de las Segovias, para esos años logró ver al general Sandino en San Rafael del Norte y oyó de viva voz de Pedro Cabrera tres piezas patrióticas que luego se aprendió y las ejecutó posteriormente: Que se derramen las copas, la venta de Moncada y El Corrido del General Sandino.
Así fue forjando su conciencia unido a la lucha y el trabajo anunciando el porvenir en aquellos duros tiempos.
Fue un hombre de mil oficios. Ya adolescentes se dedicó a trabajar como jornalero, arreando bueyes, arrancando frijoles, tapiscando maíz y a partir de ahí su inquietud no tuvo límites. Fue también cazador de animales con lámparas de carburo y rifles hechizos y artesano del cuero crudo; se hizo experto en la fabricación de aperos y barzones, fue jinete y como arriero de ganado ajeno nunca se le perdió un animal; hizo labor artesanal al fabricar sogas de penca, cuando no se conocían los mecates de fábrica. Arreó ganado desde Estelí a El Sauce, a Matagalpa, a Managua y hasta Rivas a la frontera con Costa Rica. La vida de arriero era dura, pues las penas eran suyas y las vaquillas ajenas, en las sesteadas, breves recesos, don Felipe sacaba la guitarra y regresaban a sus dedos las piezas aprendidas, las polkas, las mazurcas, los valses, los zapateados… llegando los campistos a escucharlos y espontáneamente salía uno a presentarle una pieza y con la ilusión de aprendérsela pues hasta la bailaban, convirtiendo estos sesteos  en chojines hasta el amanecer.
También don Felipe fue operario en las moliendas de Caña con trapiche de madera, cuya fuerza motora era de bueyes. Fue obrero de la construcción en la carretera a El Sauce en León en 1936 y también en la carretera Panamericana, tiempos que en la noche viajaban alumbrados por enormes candiles y cuando les tocaba subir una cuesta o Loma sonaban los punteros las conchas de caracoles para que las carretas que venían de bajada dieran espacio a las que subían en el estrecho camino. Aquella sonada de caracoles se oía como aullidos de la noche que le recordaba los alaridos de la Cegua. Un espanto común en estos años mozos.
Más tarde cuando don Felipe se sintió que dominaba el arte de ejecutar la guitarra, con sus amigos de parranda Juan Rayo, Efraín Valdivia, Lorenzo Dávila Guilibaldo Sosa y Carlos Benavides, salían a serenatear donde sus amigas en las comarcas cercanas; las canciones románticas y sobre todo las de Agustín Lara eran las favoritas. En muchas ocasiones les acompañaban músicos desconocidos que se iban juntando a la alegría sana descubriendo en esos muchachos su arte talentoso y quedando en su memoria las melodías que interpretaban en cada serenata.
Tesoro de la cultura popular
Músico errante, observó crepúsculos en medio de la mañana, albas y auroras, marcando el final y el inicio de largas jornadas con su guitarra al hombro o terciada, marcó la pauta en cada territorio. Su nombre era música y trabajo, era el honor de la dignidad labrando identidad.
En 1945 conoció en la catedral de Estelí a Juanita Arauz, su musa inspiradora. Ella cantaba en un coro de la iglesia de Estelí y cantó hasta en la catedral de Managua, fue un amor a primera vista, una ceremonia breve, un casamiento para siempre, teniendo la música como telón de fondo tuvieron 60 años de vida compartida, procrearon seis hijos y dos hijas, ocho en total que a su vez los llenaron de nietas, nietos y bisnietos. Doña Juanita fue una mujer firme, generosa, fina noble y fuerte cristiana practicante del Amor al prójimo, Juanita trabajó de enfermera en Estelí y Managua, y cuando se fue a vivir a la comunidad La Tunosa se hizo partera y con la misma sabiduría, paciencia y valentía con que forjó su familia también asistió muchos partos sin que se le muriera durante du labor un niño, niña o una madre.
Cuando la madre de Don Felipe muere, fue tan duro el golpe para él que guardó la guitarra en muestra de duelo por 30 años, a tal punto que muchas piezas musicales se le olvidaron para siempre. Fue a inicios de los años 60 que su amigo Ulises González y los hermanos Alejandro y José Floripe Fajardo, coleccionistas del folclor, lo estimularon para que regresara a sus raíces musicales. Primero le prestaron una guitarra y luego lo promocionaron con sus amigos artistas, entre ellos el compositor Carlos Mejía Godoy. Así nuevamente vuelve Don Felipe Urrutia por el surco de la música a cultivar las recopilaciones de antaño y cosecharla entre sus amigos e hijos.
Alternando su trabajo de Peón y cuidador, don Felipe apeló a su prodigiosa memoria y se fueron desgranando una tras otra las melodías campesina que se había aprendido 30 años atrás y logró recordar 80 piezas, de las cuales se lograron grabar 54 en tres discos.
Más tarde sus hijos se fueron uniendo devotamente a la tarea del padre, primero Luis después Pedro y por último Polo hasta lograr formar un grupo que en 1972, fecha en que Carlos Mejía Godoy los nombra espontáneamente: Don Felipe Urrutia y sus cachorros.
Recopilaciones musicales
Como todo un güirisero del folklore, este varón de la Tunosa usando sus recuerdos fue grabando las piezas que como un grano de maíz germinaron en otras melodías del folclor segoviano.Entre las principales piezas recordadas están las siguientes: La corralita, el vals del tío layo, los zapateados 1, 2,3 y 4. También piezas magistrales ideales para coreografías danzarías de conjuntos folclóricos como la polka de Jacinto, El Grito del Bolo, la pieza más popular de su repertorio musical.
Esta polka ha sido interpretada por el compositor Carlos Mejía Godoy a la que le agregó letra, interpretándola con el conjunto La Nueva Compañía. Don Felipe nunca dijo que esa polka era de su inspiración pues su honradez fue única.El autor de la composición es don Adán Hernández un campesino de San Nicolás de Achuapa departamento de León, actualmente tiene 101 años de edad. Ese sector de San Nicolás es conocido como las Segovias occidentales porque su comercio es más con el norte y sus vías de comunicación lo trasladan más rápido a Estelí que al propio León.
Otras recopilaciones famosas en el norte son La cadenita de oro, la ocotaleana, la villana, la Pedro Amador, la marcha de Zelaya, y el pintor, un vals dedicado al escultor de la montaña del Tisey: Don Humberto Gutiérrez.
También constituyen recopilaciones favoritas del patriarca del folclor segoviano: El Bolsón, la estelianita, mazurca negra, compadre Macedonio, deme la orilla prima, la limoneña, corriente eléctrica, la chamarranduzca, la flor de tuna, pasillo segoviano, la polka de waylo, el quebrachacal, el poder del amor, la Pedro Beto, Guilibaldo Sosa, la chilo negro, y la Lorenzo Dávila.
Dos composiciones se destacan en su repertorio musical: La café amargo compuesta durante la toma de Estelí en 1979 por el guerrillero Francisco Rivera “El zorro” pues dada la escasez del azúcar, el café se lo tomaban amargo y de ahí vino la inspiración.
La otra pieza de su autoría es Mi Polkita compuesta en la década de 1990.
Don Felipe, hombre honrado a carta cabal, siempre lo caracterizó su sombrero de copa alta parecido al estilo del que usó el general Sandino, daba hacer este tipo de Sombrero en la comunidad de Santa Cruz, antes de llegar a Estelí, a Doña Cristina Molina la artesana de esos sombreros que hoy caracterizan al campesino esteliano.
Don Felipe logró hacer que este sombrero caracterizara al grupo musical y hoy día sus hijos y nietos lo lucen con orgullo como parte de la cultura y herencia del patriarca. Fue contador de historias y anécdotas, siempre narraba algo nuevo de su vida. Sus memorias las dictó al profesor Juan Urbina y las publicaron en el libro titulado: “las caiteadas de Don Felipe Urrutia”.
Don Felipe y sus cachorros visitaron Cuba, México y Estados Unidos brindando conciertos memorables con la música campesina segoviana. La celebración de su cumpleaños era un gran chojín una fiesta campesina con todas las de la ley.Los reconocimientos recibidos de parte de gobiernos, instituciones y universidades no le cambiaron su carácter nunca, porque fue siempre humilde, sencillo y grande a la vez. Portó como estandarte su honradez y su arte musical. No tuvo enemigos, sólo amigos y admiradores. Su Dulce soñar era que sus recopilaciones no se olvidarán y se dieran a conocer a las nuevas generaciones. En ellas está el sentido de la identidad musical nicaragüense.
Su día más feliz fue cuando Recibió la orden Augusto C. Sandino el 19 de julio del 2006 en la celebración del 23 aniversario de la Revolución Popular Sandinista de manos del comandante Daniel Ortega Saavedra en la plaza La Fe ante una multitud que lo saludó con un aplauso prolongado. Hoy a Felipe descansa junto a su Juanita Arauz, su esposa fallecida en 2005.A cien años de su nacimiento, su legado sigue firme en las nuevas generaciones de guitarristas norteños, hijos y nietos hacen honor de su labor artística y prosiguen divulgando sus recopilaciones.

Tomado de El 19 Digital.

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